domingo, 28 de marzo de 2021

El mirar al pasado, no es sólo darme cuenta que mi ortografía hablaba mucho más de lo que yo era carente que de mis ganas de parecer a la moda y descuidada. Porque sí, hubo una época en donde ser descuidado y escribir con exceso de "K" y tildes era la moda. Aún que aún me cuestiono, en ocasiones, si esas ganas de parecer descuidado no era más el reflejo de como realmente nos sentíamos y nuestros antecesores luchaban por ocultar. Cómo era posible que dijera más de mis sentimientos un marcado delineador negro a medio correr, que mis mismas palabras. Y cómo podía preferir sentir el dolor de cortadas en mis brazos con tal de esconder el dolor interior. Toda una generación rota. Pero que satisfacción más grande siento al pensar que, en mi mundo, estar roto no es estar mal, sino que es una posibilidad de rehacer todo desde cero. Porque no es posible hacer un edificio sobre escombros viejos o pilares rotos, es necesario demolerlo por completo, limpiar y empezar nuevamente una construcción mucho más firme y mejor. Y a la larga eso es lo que hizo esta generación de delineadores corridos y brazos marcados, construimos un mundo mucho mejor, con pilares mucho más firmes y relaciones mucho más sanas. Aprendimos que era bueno hablar de nuestros sentimientos y que solicitar ayuda psicológica no era señal de estar loco. Y si te tildaban de loco, qué más da, todos lo estamos un poco. Aprendimos que no importaba si era hombre o mujer, el beso sería igual de especial y lo más importante, aprendimos a escuchar-nos, a respetar-nos y a amar-nos.

viernes, 26 de marzo de 2021

El TIMBRE

Cómo te va a poner nerviosa tocar el timbre de la micro, dijeron entre risotadas estridentes que resuenan en mis oídos. - si es sólo tocar el timbre y bajar de la micro. No tiene tanta ciencia. En efecto, para mi, no tiene nada de dificultad pararme de mi asiento, caminar por el pasillo, levantar la mano y tocar el timbre. No obstante, significa un esfuerzo mayor el levantarme de la seguridad de mi asiento y sentir como el peso del mundo me anclan al suelo mientras las miradas de personas que no me conocen y no saben lo difícil que ha sido para mi levantarme hoy de la cama, me juzguen con la mirada. Los susurros y risitas al fondo del pasillo, junto a esa mirada burlesca empujan por mis ojos las primeras lágrimas. Cuando ya soy capaz de dar los primeros pasos por ese eterno pasillo puedo sentir como mi úlcera nerviosa, no diagnosticada, hace presión en la base de mi estómago y me apuro con una caminata torpe y desbalanceada. El fuerte ruido de la bocina retumba en mis oídos y mis ojos ya nublados por las lágrimas me impiden ver con claridad la parada de bus en donde debo bajar. Mis manos se anclan al fierro sucio y pegoteado de la micro. Siento el hormigueo en mis dedos y creo ver que la sangre huye de mis yemas, avergonzada por el murmullo y las risas provenientes desde el fondo del pasillo. Finalmente me rindo a mi miedo, a la ansiedad, a la angustia y decidido no tocar el timbre, sólo espero a que algún señor decida tocarlo y bajar junto a él.