viernes, 9 de abril de 2021

Hay un monstro bajo mi cama. Se esconde ahí cuando la gente me visita. Está triste, está asustado. Prefiere no hablar con nadie, él siempre está a mi lado. Hay un monstro sobre mi cama. Me acompaña en mi angustia y me sonríe de lado. Me habla de cosas interesantes y oye mis problemas mientras comemos helado. Hay un monstro en mi habitación. Siempre está conmigo, creo que está en mi interior. Hay un monstro en mi auto. Se esconde tras el espejo retrovisor. Me habla al oído mientras subo el volumen de mi canción. Hay un monstro en mi interior. Lo oculto de la gente, aunque el miedo que se presente siempre está latente. Hay un monstro en mi interior, hay un monstro en mí. hay un monstro...

domingo, 28 de marzo de 2021

El mirar al pasado, no es sólo darme cuenta que mi ortografía hablaba mucho más de lo que yo era carente que de mis ganas de parecer a la moda y descuidada. Porque sí, hubo una época en donde ser descuidado y escribir con exceso de "K" y tildes era la moda. Aún que aún me cuestiono, en ocasiones, si esas ganas de parecer descuidado no era más el reflejo de como realmente nos sentíamos y nuestros antecesores luchaban por ocultar. Cómo era posible que dijera más de mis sentimientos un marcado delineador negro a medio correr, que mis mismas palabras. Y cómo podía preferir sentir el dolor de cortadas en mis brazos con tal de esconder el dolor interior. Toda una generación rota. Pero que satisfacción más grande siento al pensar que, en mi mundo, estar roto no es estar mal, sino que es una posibilidad de rehacer todo desde cero. Porque no es posible hacer un edificio sobre escombros viejos o pilares rotos, es necesario demolerlo por completo, limpiar y empezar nuevamente una construcción mucho más firme y mejor. Y a la larga eso es lo que hizo esta generación de delineadores corridos y brazos marcados, construimos un mundo mucho mejor, con pilares mucho más firmes y relaciones mucho más sanas. Aprendimos que era bueno hablar de nuestros sentimientos y que solicitar ayuda psicológica no era señal de estar loco. Y si te tildaban de loco, qué más da, todos lo estamos un poco. Aprendimos que no importaba si era hombre o mujer, el beso sería igual de especial y lo más importante, aprendimos a escuchar-nos, a respetar-nos y a amar-nos.

viernes, 26 de marzo de 2021

El TIMBRE

Cómo te va a poner nerviosa tocar el timbre de la micro, dijeron entre risotadas estridentes que resuenan en mis oídos. - si es sólo tocar el timbre y bajar de la micro. No tiene tanta ciencia. En efecto, para mi, no tiene nada de dificultad pararme de mi asiento, caminar por el pasillo, levantar la mano y tocar el timbre. No obstante, significa un esfuerzo mayor el levantarme de la seguridad de mi asiento y sentir como el peso del mundo me anclan al suelo mientras las miradas de personas que no me conocen y no saben lo difícil que ha sido para mi levantarme hoy de la cama, me juzguen con la mirada. Los susurros y risitas al fondo del pasillo, junto a esa mirada burlesca empujan por mis ojos las primeras lágrimas. Cuando ya soy capaz de dar los primeros pasos por ese eterno pasillo puedo sentir como mi úlcera nerviosa, no diagnosticada, hace presión en la base de mi estómago y me apuro con una caminata torpe y desbalanceada. El fuerte ruido de la bocina retumba en mis oídos y mis ojos ya nublados por las lágrimas me impiden ver con claridad la parada de bus en donde debo bajar. Mis manos se anclan al fierro sucio y pegoteado de la micro. Siento el hormigueo en mis dedos y creo ver que la sangre huye de mis yemas, avergonzada por el murmullo y las risas provenientes desde el fondo del pasillo. Finalmente me rindo a mi miedo, a la ansiedad, a la angustia y decidido no tocar el timbre, sólo espero a que algún señor decida tocarlo y bajar junto a él.

domingo, 28 de febrero de 2021

Y un día sales de tu oscuro lugar y te ciegas por el brillo magnifico de la mañana. El sol te desorienta y la fría brisa te eriza los vellos de los brazos. Y sientes miedo. Y te asusta pensar que de ahora en adelante todo es tu responsabilidad. Ya no hay sitio donde esconderse ni oscuridad a la cual culpar. Tu primer instinto es volver a tu agujero de donde saliste, pero piensas que nada podría ser peor que vivir entre babosas y cucarachas, por lo que decides cambiar de idea. No es posible que este encandilante sol sea peor que el sitio donde te encontrabas. Por lo que tomas rumbo a un lugar nuevo y desconocido. Te quitas el olor a moho y la fría brisa te perfuma con su sutileza. Es el inicio, de quien sabe lo que vendrá.